martes, 25 de octubre de 2011

Recuerdo


Incapaz de dormir si papá no está cerca, si no está allí para hacerla sentir segura, la más pequeña de sus hijas duerme en la cama contigua. En cuanto él se levanta, ella abre los ojos; él sabe que no podrá salir si no la lleva consigo. Al terminar, pues, de vestirse, la envuelve en una pequeña cobija rosa y la carga en su hombro derecho.

La calle está vacía y el cielo aún oscuro. Hace frío. Papá recorre a pie toda la calzada; dobla luego a la izquierda en una calle que desciende. Ella no puede ver nada, la cobija la cubre por completo; sin embargo, se sabe cerca de su detino cuando siente los saltos que el hombro en el que viaja da al bajar por la calle.

Se detienen frente a una gran puerta blanca de la cual salen luces y susurros que invaden la calle entera. Ella despierta y se retuerce para que papá la baje. Mientras él compra la leche, ella escoge de entre varios un panqué cubierto de chocolate y chispas de colores.

Papá vuelve a envolverla en la cobija y a cargarla en el hombro. En el camino de regreso, se queda dormida de nuevo: sabe que papá no saldrá más de casa.

miércoles, 13 de julio de 2011


Es un día soleado. Llega papá a su casa blanca de suburbio en su auto nuevo; en el asiento del copiloto, su hija menor, su bebé. El resto de la familia los espera con alegría sobre la acera. Papá intenta subir de frente el auto a la banqueta, para estacionarlo, pero no lo logra, sino hasta la tercera vez; pero entonces no se detiene: tira la cerca de su jardín y acelera aún más. Ella piensa que todo ha sido un accidente, pero él comienza a reír y derriba el muro del vecino, y el siguiente, y todos los que le siguen. La familia y el día soleado quedan atrás. Él sigue riendo; ella se da cuenta de que, una vez más, él ha estado tomando, y llora: llora por él.

Cuando no hay más muros ni cercas ni jardines qué atravesar, se encuentran de noche en una autopista. Él detiene el auto y la reta con una ebria sonrisa a escapar, en la noche, en medio de la nada. Ella abre la puerta, pone un pie fuera del auto, para de llorar por un segundo y observa las pequeñas luces en la oscuridad de la autopista. Rompe de nuevo en llanto y se da cuenta de que no puede; vuelve a su asiento y cierra la puerta. Él arranca, riendo de ella, de su impotencia. Ella llora: llora por ella y llora por él.

Ella despierta.

Father


Father, do you think they'll drop the bomb?
Father, do you think they'll like the song?
Father, do you think they'll try to break my balls?
Father, should I build the wall?

Father, should I run for President?
Father, should I trust the government?
Daddy, will they put me in the firing line?
Father, am I really dying?

Hush now, baby, baby, don't you cry.
Daddy's gonna make all of your nightmares come true,
daddy's gonna put all of his fears into you,
daddy's gonna keep you right here under his wing,
he won't let you fly, but he might let you sing,
daddy's gonna keep baby cozy and warm.
Babe... babe... babe, of course daddy's gonna help build the wall.

Father, do you think he's good enough
for me?
Father, do you think he's dangerous
to me?
Father will he tear your little girl apart?
Father, will he break my heart?

Hush now, baby, baby, don't you cry,
daddy's gonna check out all your boyfriends for you,
daddy won't let anyone dirty get through,
daddy's gonna wait up until you get in,
daddy will always find out where you've been,
daddy's gonna keep baby healthy and clean.
Babe... babe... babe, YOU'LL ALWAYS BE BABY TO ME.

Father, did it need to be so high?

domingo, 1 de mayo de 2011

Diálogo


Los separaba un mostrador lleno de termos y cajas de té. Esperando su café frente a la barra, intentaba tomar una decisión. Una vez que el vaso caliente estuvo entre sus manos, se dirigió con seguridad hacia el sillón frente a la ventana y preguntó si podía sentarse. "Sí, claro."

Dejó caer un par de zapatos plateados y reveló sus uñas pintadas de azul celeste, cruzó las piernas y se inclinó para dejar el café sobre la mesa; de su bolso negro sacó a Chateaubriand. A su derecha, un par de ojos azules, aquéllos que le habían concedido el permiso de sentarse, viajaban entre el jugueteo de las uñas azul celeste, los ojos castaños que huían rápidamente cuando se encontraban con los suyos y un libro rojo de economía.

El silencio se interrumpió cuando la última hoja de René fue arrancada. Una serie de garabatos a lápiz llenaron poco a poco la página amarillenta. Chateaubriand volvió a su bolso, el vaso a sus manos y los zapatos plateados a sus pies. La hoja, cuidadosamente doblada por la mitad, pasó de sus manos a las de quien, sin planearlo, sin imaginarlo, había tomado café en su compañía.

--Gracias-- dijo una voz que parecía esperar lo que estaba recibiendo.
--"René marchait en silence entre le missionnaire, qui priait Dieu, et le Sachem aveugle, qui cherchait sa route. On dit que, pressé par les deux vieillards, il retourna chez son épouse, mais sans y trouver le bonheur. Il périt peu de temps après avec Chactas et le père Souël dans le massacre des Français et des Natchez à la Louisiane. On montre encore un rocher où il allait s'asseoir au soleil couchant." Aún entre extraños, vale la pena compartir a Chateaubriand-- le respondió en letra cursiva mientras cruzaba a la otra acera.


viernes, 29 de abril de 2011

Souvenirs


Hacía ya algún tiempo que su relación no era la misma; todo el respeto, el cariño y la admiración que ella alguna vez le había inspirado parecían haber desaparecido.

Esa tarde, escuchando sus exigencias necias e infantiles, finalmente se quebró algo dentro de ella... "Tu sais quoi? Fais comme tu veux." Enseguida, los ojos llenos de lágrimas, subió a prisa las escaleras de aquella casa de suburbio.

Antes de alcanzar la puerta del baño, tropezó con la señora del aseo; evitó, avergonzada, mirarla a los ojos, y siguió su camino. En cuanto la puerta se cerró bruscamente detrás de ella, sintió ahogarse en un sollozo que lo abarcó todo, mientras anhelaba la seguridad de la casa paterna.

Recargada con ambos brazos en el lavamanos, observando un rostro enrojecido por el llanto, respiró profundo y se detuvo. Se lavó la cara, se arregló el cabello y se sintió entonces lista para enfrentarse a ese extraño mundo.

Se dirigió a la cocina y, para distraerse, decidió organizar los lácteos según su fecha de caducidad. Minutos después, sintió su silenciosa presencia detrás de ella; tardó unos segundos en volverse, mientras se preparaba para otro enfrentamiento.

Cuando por fin decidió encararlo, halló frente a ella una figura que nunca olvidaría: El pequeño de tan sólo ocho años la miraba fijamentea través de sus ojos almendrados, en las manos un ramo de algo que, más que flores, parecían espárragos. "Desolé", a dit la petite voix. Le printemps venait de commencer; les fleurs n'étaient pas encore arrivées au jardin.

domingo, 24 de abril de 2011

GRACIAS


Iba caminando por la biblioteca a mediodía, sintiendo la necesidad triste de un abrazo; era triste porque no había nadie que la satisficiera, pero, sobre todo, porque hay pocas soledades más profundas que las que se viven en medio de una multitud de rostros desconocidos: gente que bromea, gente que lee, gente que espera, gente que se abraza... gente para quien uno no existe.
Entonces comencé a preguntarme si un abrazo en ese momento era lo que de verdad quería, y descubrí que no. Descubrí que necesitaba a alguien que me abrazara en ese momento, que me llevara de vuelta a casa, que me abrazara mientras dormía, que me despertara con un beso y me acompañara de la mano al día siguiente y todos los que siguieran a ése, prometiéndome siempre que todo estaría bien, que nunca más volvería a estar sola y que mi tristeza, ésa tan punzante e irracional, desaparecería sin dejar rastro. Me sentí patética.

Siempre he creído que los hombres llegamos solos a este mundo y de la misma manera lo dejamos; tiendo a creer, también, que, por destino, por órdenes divinas, por predisposición humana o lo que quiera uno pensar, hay alguien especial que moverá nuestro mundo de una manera que nadie más lo hará nunca. Sin embargo, la idea de que ese alguien exista no anula, para mí, la idea de individualidad, sino todo lo contrario; no creo que sea prudente ni inteligente vivir esperando que llegue otro a recoger y armar nuestros pedazos; necesitamos estar enteros para tener algo que ofrecerle. Y es por eso que me sentía patética en mi tristeza: una persona hecha pedazos entre una multitud para quien la vida no se detenía, un pedacerío que debería ser una persona necesitando un abrazo permanente y una promesa eterna e infalible de bienestar.

Salí entonces de la biblioteca a encontrar a una amiga, y leímos. Como cada semana, ella eligió un pasaje bíblico que leímos y analizamos juntas. Ese día se trató de Marcos 2:


Y entró otra vez en Capernaum después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.
2 Y luego se juntaron a él muchos, que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era traído por cuatro.
4 Y como no podían llegar a él a causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba , y haciendo abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
[...]
11 A ti te digo: Levántate, y toma tu lecho, y vete a tu casa.
12 Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.

Y pues eso: me llegó. Me sentí el paralítico que necesita todo el tiempo de los cuatro que lo carguen, con la diferencia de que a mí no me llevan cuatro, me lleva un ejército entero: familia, amigos, doctores, una multitud que ha hecho agujeros en el techo y tirado paredes para acercarme a... pues no a Jesús, que religiosa no soy, ni siquiera creyente, pero a algo me acercan, a algo que tal vez podríamos llamar felicidad o bienestar, tal vez al éxito como lo concibe el novio de mi muy querida hermana: hacer el máximo esfuerzo y estar satisfecho con eso; y yo quiero levantarme y andar, levantarme, tomar mi lecho y salir por la puerta, caminando con toda esa gente cuando sea posible y estar felizmente sola cuando no lo sea.

Y lo haré.

jueves, 21 de abril de 2011

Cuestionario de Proust (resuelto por mí, bien claro que quede)

1. El principal aspecto de mi personalidad: Me gustaría dar otra respuesta, pero 'timidez' fue lo primero en venirme a la mente, y no puedo ya pensar en nada más.

2. Mis cualidades preferidas en un hombre: El talento creativo, la lealtad y la sinceridad.

3. Mis cualidades preferidas en una mujer: La belleza y la sinceridad.
4. Lo que más aprecias en tus amigos: La confianza con que me honran.

5. Mi principal defecto: Confiar demasiado en quien no ha demostrado merecerlo.

6. Mi actividad preferida: Escribir y escribirle.

7. Mi idea de felicidad: Su felicidad.

8. Mi idea de infelicidad: Su infelicidad.

9. Lo que me gustaría ser: Yo misma, pero en modo 'feliz'.

10. Donde me gustaría vivir: París.

11. Mi color favorito: Púrpura.

12. Mi flor favorita: Gardenia.

13. Mis autores de prosa preferidos: Dumas padre, Baudelaire, Victor Hugo y Pérez Galdós.

14. Mis autores de poesía preferidos: Baudelaire y Garcilaso de la Vega.

15. Mis héroes ficticios preferidos: Edmond Dantès y Don Quijote.

16. Mis heroínas ficticias preferidas: Fortunata y Marianela.

17. Mis compositores preferidos: Schumann y Vivaldi.

18. Mis pintores preferidos: Degas y Varo.

19. Comida y bebida preferidas: Pan y vino.

20. Mis nombres preferidos: Alexandre y Margot.

21. Lo que más odio: Tener hambre.

22. El talento que me gustaría tener: Para la música.

23. La forma en la que deseo morir: Tranquila.

24. Mi ánimo en este momento: Comfortably numb.

25. Defectos con los que soy más indulgente: La bondad estúpida.