miércoles, 20 de enero de 2010

Pilar Ternera: La prostituta de Macondo



Buscó el amor en diferentes camas, engendró hijos de diferentes padres, facilitó la vida sexual y amorosa de todo aquél que lo necesitara, fue rechazada por las mujeres “decentes” del pueblo. Pilar Ternera se convirtió, tal vez aun antes de comenzar su vida en Macondo, en el arquetipo de la prostituta.

Este personaje, efectivamente, ejerció como prostituta —es decir, mantuvo relaciones sexuales con distintos hombres a cambio de dinero—, pero no es sólo esto lo que la erige como tal, sino toda su vida, su mente, sus emociones; las reacciones que provocó en sus vecinos, las relaciones que sostuvo con sus amantes, todo se mezcla para ofrecernos la descripción psicológica y social de una prostituta del mundo real.

Pilar Ternera es descrita al principio del libro como una mujer lenguaraz, alegre, provocativa; se dice que su risa loca era capaz de asustar a las palomas, que tenía la facultad de adivinar el porvenir a través de la lectura de cartas; de esta forma cautivó a un número considerable de hombres en Macondo, pero no fue para ellos sino una pasión pasajera.

El primer amante, habitante de Macondo, del que se hace mención es José Arcadio, el primogénito de los Buendía. Resulta interesante hacer una comparación entre este hombre tan importante en la vida de Pilar y el caso típico del individuo que busca la compañía de prostitutas, pues es sorprendente la similitud entre el sujeto real y el personaje ficticio.

La primera característica de estas personas es una relación especial con una madre excepcional. El hijo es descrito como el rebelde malagradecido, mientras que su madre es siempre una mujer ejemplar que le dio todo, que lo protegió de todos los peligros. Úrsula Iguarán, madre de José Arcadio, presenta diversas aproximaciones con este personaje definitorio; de hecho, cuando su hijo huye de Macondo tras enterarse del embarazo de su amante, Úrsula abandona todo para salir en su búsqueda.

También es necesario mencionar dentro de la descripción de la madre que, generalmente, se rehúsa a tener relaciones sexuales con sus marido y que cuando lo hace es prácticamente obligada; curiosamente, lo que comienza cronológicamente Cien años de Soledad es el repudio de Úrsula hacia su esposo —provocado por el temor de tener hijos con cola de cerdo—, situación causante de una consumación tardía del matrimonio y que sólo se lleva a cabo contra la voluntad de la esposa.

El hijo, en este caso José Arcadio, frecuentemente desarrolla el complejo de Edipo, lo que resulta notorio en el momento del coito con la prostituta, cuando la imagen de la madre está presente en su pensamiento; esto se debe a la ambición del hijo de denigrar a la mujer que lo parió, de convertirla en una “ramera”. Esta situación es descrita por García Márquez en el primer encuentro de la pareja:

[…] donde trataba de acordarse del rostro de ella [Pilar] y se encontraba con el rostro de Úrsula, confusamente consciente de que estaba haciendo algo que desde hacía mucho tiempo deseaba que se pudiera hacer.

Un parecido más que podemos apreciar entre Cien años de soledad y la realidad de las prostitutas a lo largo de la historia, es que estas mujeres son juzgadas por poseer múltiples parejas sexuales; los hombres que se encuentran en la misma situación, por el contrario, son admirados. El siguiente fragmento, referido a José Arcadio, atestigua lo anterior:

A las mujeres que lo asediaron con su codicia les preguntó quién pagaba más […] de eso vivía.

Si se toma en cuenta lo anterior, es posible asegurar que José Arcadio —quien personifica al amante más detenidamente descrito en la novela— encarna al típico cliente de mujeres como Pilar Ternera, lo que constituye el principal factor externo —el cliente— para la formación completa del perfil de la prostituta.

Otro aspecto digno de tomar en cuenta es el rechazo que los vecinos de Pilar Ternera sienten hacia ella; de hecho, podemos mencionar a Úrsula como la persona que se muestra más reacia a aceptarla dentro de su círculo social. Esto también es muy común en la vida real: las mujeres “respetables” inconscientemente sienten envidia de las prostitutas, se preguntan qué pueden tener esas "mujeres despreciables" que ellas, en todo su decoro, no posean para atraer a los hombres. Úrsula, principalmente, encarna al segundo factor externo: la sociedad; esto se hace especialmente notorio cuando Pilar Ternera pare al hijo de José Arcadio ya que, antes de que esto sucediera, ambas señoras mantenían una relación bastante cordial.

Por otro lado, las características más importantes se dan, por supuesto, en ella misma. Pilar Ternera llega a Macondo con su familia, la cual busca alejarla de un amor de adolescencia. Al inicio de su historia es descrita, como ya se ha dicho antes, como una mujer alegre y tal vez hasta atractiva físicamente; sin embargo, con el paso del tiempo, su aspecto y alegría se deterioran lentamente. Desde el principio, ella espera pacientemente al amor de su vida.

Se dice que una mujer sola es siempre blanco de sospechas; nuestro personaje cumple toda su vida con esta condición. Con el paso de los hombres y de los años, Pilar nunca parece realmente encontrar un acompañante que rija su vida —cosa que se espera de toda mujer honorable—, García Márquez ni siquiera da a los múltiples hijos de esta mujer un papel importante como sus compañeros.

También es común que las prostitutas sean personas deseosas de satisfacer en todos los aspectos, no sólo en el sexual. En la mayoría de sus apariciones, podemos apreciar cómo Ternera se esfuerza por ayudar a aquéllos que se encuentran cerca; de hecho se dice que, aunque ha perdido toda esperanza en su historia de amor, se consuela haciendo las de otros realidad y dando placer pasajero a los hombres que deseen compartir el lecho con ella unos momentos, sin esperar recompensa a cambio.

Por otro lado, según algunos puntos de vista, la mujer está destinada a dos tareas principalmente: dar a los hombres placer e hijos. Sin embargo, es frecuente que algunas féminas no consideradas aptas para alguna de las tareas sean empujadas a especializarse en una de ellas. Durante su vida, Pilar Ternera tuvo varios hijos, pero realmente ninguno fue deseado, pocos fueron reconocidos por los padres; de lo anterior se puede deducir que ella sólo era una mujer de placer, concebir hijos no era un deber designado para esta mujer, como no lo es para cualquier prostituta.

Todas estas evidencias parecen indicar algo que queda explícito al leer la novela, sin embargo también son evidencia de las pequeñas realidades difícilmente apreciables a través de la complicada red histórica planteada en Cien años de soledad; quizá lo más importante es que dan cuenta de la vida de millones de mujeres en todo el mundo, mediante la historia de un solo personaje: Pilar Ternera, la prostituta de Macondo.

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Me habría encantado poner las referencias de las citas, pero esta tecnología es demasiado avanzada para mí, y aún no descubro cómo hacerlo; el día que lo haga... pues eso: las pondré.






miércoles, 13 de enero de 2010

The tail

From Best-Loved Celtic Fairy Tales



A shepherd once went out to the hill to look after his sheep. It was misty and cold, and it was hard work finding them. At last he had them all but one. After much searching he found that one too, half drowned in a peat hag —a marshy hollow where he had cut peats from the moor to burn on his fire.

The shepherd took off his coat, bent down, took hold of the sheep's tail, and he pulled!

The sheep was heavy with water, and he could not lift her. So he took off his plaid, bent down, took hold of the sheep's tail, and he pulled!

But it was much for him. So he spit on his hands, bent down, took hold of the sheep's tail, and he PULLED!

And the tail broke!

If the tail had been stonger, this tale would have been longer.

lunes, 11 de enero de 2010

Del otro lado


¿Cuántos? Ya casi siete. El cinco (creo) de febrero, cumplo siete meses de estar de vuelta en mi querido país, donde la principal causa de muerte es el descalabramiento por papayas (u otros enormes frutos tropicales) y la segunda es el narco-asesinato.



Después de cinco minutos mirando fijamente la pantalla, he recordado la razón por la que mi blog estaba en un alarmante estado de abandono: daño cerebral severo. El caso es que yo… estoy aquí reunida (evento rarísimo) porque… ¿por qué? ¡Ya! Porque no se vale que todos escriban en sus blogs, menos yo. Ésa es la única y verdadera razón.

Uno cambia. Estuve hojeando mi antiguo diario y encontré cosas que no pensé que podría jamás escribir, que no recuerdo haber escrito y que, en muchas ocasiones, me parecen incoherencias salidas del más recóndito boquete de mi cerebrito. Y bueno, desde que regresé, desde que escribí la entrada anterior a ésta, creo que también cambié un poco.

Da igual lo que haya pasado, voy a hacer de mi blog un ejercicio de rehabilitación. Tal vez si diario escribo un poquito, aunque sea para alabar la amarillura del sol (o blancura, en este invierno), algún día logre leer y escribir como lo hacía antes. A lo mejor hasta consiga estructurar una frase sin ayuda del diccionario.